Las dos caras del éxito en la adolescencia
Ser reconocido por los propios logros o talentos es un regalo. Pero sólo será un real aporte para quien sabe que el aplauso es pasajero, que lo importante es ser fiel a uno mismo y que el amor verdadero se basa en lo que somos y no en lo que logramos.
Michael Jackson murió solo, luego de una vida tormentosa y en un cuerpo con más de cuarenta cirugías plásticas. El ejemplo es extremo, pero la vida cotidiana está llena de casos que, en distintos grados, nos recuerdan al “rey del Pop”. Personas con talentos increíbles que no son felices, con puestos laborales que todos quisieran, menos ellos, o gente que a los ojos de los demás parecen tenerlo todo.
Frente a esto surge como solución el otro extremo: ojalá no tener ni mucha plata ni las cualidades que la sociedad valora para pasar desapercibido por la vida, tranquilo, sin poder aspirar a más y así ser feliz con lo que se tiene.
Pero refugiarse en esta idea no aporta nada. Primero, porque no depende de nosotros, y segundo, porque la fórmula para no ser víctimas del éxito no está en carecer de razones para ser aplaudido.
Me quieren por lo que soy
Hay seleccionados de atletismo que se creen la muerte y otros, muy sencillos. Hay presidentes de centros de alumnos muy buenos para organizar eventos que no dejan que nadie más ayude; otros, en cambio, están dispuestos a ceder un poco de eficiencia con tal de que puedan participar todos los interesados. Algunos jóvenes buenmozos y niñas bonitas creen que nadie está a su altura, mientras muchos igual de bien parecidos no se sienten superiores.
Cada caso será distinto, pero hay algo en lo que se puede generalizar: quienes no saben manejar bien su éxito -y se arriesgan a que les juegue en contra- es porque le han dado más importancia de la debida. María Inés Diez, psicóloga y directora del Magíster en Psicología de la Adolescencia de la Universidad del Desarrollo, explica que los jóvenes se miran al espejo en quienes los rodean, pues así obtienen pautas de su propia forma de ser. “Pero eso no los vuelve más frágiles frente al éxito o al por el El éxito Mango fracaso. Ello dependerá de su historia, del cúmulo de vivencias positivas que traiga, de si ha crecido en un entorno cálido y protector. Porque para quien se sabe querido incondicionalmente, ni el éxito ni el fracaso van a ser tan relevantes y se va a reponer rápidamente de ellos”, asegura la académica.
Entonces, un adolescente para quien su éxito es un motor demasiado importante, probablemente tenga algunas carencias o inseguridades profundas. Lo mismo si cuando fracasa o es ignorado queda angustiado o con una sensación de vacío duradera. Porque es normal quedar de mal ánimo si a la fiesta de cumpleaños vino poca gente o si no ganó el concurso de oratoria como todos los años. Pero si se convierte en un drama, es una señal de alerta. Lo mismo si el joven está permanentemente buscando la manera de ser reconocido o recompensado. Quiere decir que no se siente querido o contento consigo mismo.
La sociedad del espectáculo
Es la valoración equivocada del éxito la que lo vuelve peligroso. Pues en sí mismo no es negativo; es, simplemente, la buena aceptación de algo o alguien. Juan Carlos Aguilera, doctor en Filosofía y profesor de la Universidad de los Andes, dice que el mayor riesgo se debe a que la carta de presentación de la sociedad actual es lo que tenemos y lo que parecemos, no lo que somos. “Este fenómeno signifi ca una enorme presión para los jóvenes. Decisiones como la vocación pueden verse frustradas por creer que lo importante no es lo que estoy llamado a ser, sino la utilidad de lo que hago”, explica.
Esto lleva al sufrimiento. Porque lo que la sociedad aplaude, no siempre es bueno y tampoco tiene por qué coincidir con lo que hace feliz a la persona. “Además, el éxito es un brillo cosmético. Si te dejas llevar por él, vives de la apariencia y nunca te sentirás pleno”, advierte el profesor. Agrega que este modelo tiene otra arista que también juega en contra del ser humano: “La sociedad del espectáculo en que vivimos no permite equivocarse, lo cual es constitutivo de la persona. Se quiere todo perfecto y eso fomenta una mentalidad narcisista, autoreferente, porque lleva a centrarse en uno mismo, en nuestros logros y en lo que opinan de uno”.
Revalorar el sello personal
Quien sólo quiere ser aplaudido, puede lograrlo. Es cosa de hacer un listado de las cualidades que más éxito tienen y crear un plan de acción. No es necesario ser un genio para saber a qué lugares ir, con qué personas juntarse, qué películas ver, qué deporte hacer o qué música escuchar. Tampoco para saber lo que conviene evitar. Esto puede traer gratifi caciones a corto plazo pero a la larga, empobrece. “La idea de que el hombre se hace a sí mismo es, de partida,una utopía. Cada persona viene con una esencia que tal vez pueda traicionar, pero no librarse de ella”, advierte Juan Carlos Aguilera.
La mentalidad de la autogeneración del ser humano pone, además, el énfasis en lo funcional: hago esto para conseguir lo otro; te doy, pero tú me das… “Es necesario posicionar la gratuidad, el que somos como somos, no para lograr algo. Que debemos valorar a los demás no por cómo les va”, dice el profesor. Para él, el tema de fondo es aprender a vivir: aceptarnos, saber que así como somos buenos para algunas cosas, somos pésimos para otras.
María Inés Diez enfatiza en que para tener esta mirada es necesario un colchón afectivo que hace a la persona fuerte frente a la valoración externa o su desempeño. “Tiene que ver con la identidad. Es una seguridad que permite que yo siga siendo el mismo independiente de las situaciones, los lugares o los eventos que toquen. No me desarmo fácilmente frente a los elogios ni a las críticas”, dice la psicóloga. Explica que las experiencias amorosas pasadas actúan como una “mamá interior” que da seguridad aunque en el momento se esté físicamente solo. Así, la persona podrá libremente vivir de la manera que estime mejor. Si a los demás les gusta bien, y si no, también.
Para tener en mente
· UN PELIGRO: Buscar realizarse a través de los hijos Algunos papás tratan que el hijo haga lo que ellos no pudieron o que elijan el camino en el que ellos fueron exitosos. “Cuando el querer del hijo coincide con el de los padres es maravilloso. Pero no es algo que se pueda forzar”, dice la psicóloga María Inés Diez. También recuerda que los hijos tienen derecho a renunciar a las cosas que los padres les han ofrecido.
· UN ANTÍDOTO: Admirar la naturaleza Quien se instale a mirar las montañas o el mar, verá cómo a los pocos minutos su vida se va ordenando. Lo urgente y lo preocupante ya no lo parecen tanto. Las alabanzas y aplausos de nuestros pares tampoco hacen mucho sentido ante la pequeñez del ser humano que queda en evidencia. Por eso, Juan Carlos Aguilera es un afanoso promotor del contacto con la naturaleza. “Admirar su grandeza ayuda a ponderar las cosas de la manera correcta. Te centra, te ubica”, asegura el filósofo.
Ser más, no tener más
Querer hacer las cosas bien y progresar es una vocación de la humanidad y también de cada persona en particular. Pero la razón no es brillar más o tener más cosas, sino ser más. Si no se entiende de esta manera y se ve sólo la parte materialista,el progreso juega en contra de la persona. “Así lo dice el Papa en su encíclica “Caritas in Veritate”. Por eso, si te va bien, si ganas buen dinero, si tus pares te felicitan, buenísimo. El tema es que junto con eso, sepas que ese desarrollo te está llevando a ser más”, dice Juan Carlos Aguilera.
Las dos caras del éxito en la adolescencia
Reviewed by Reyqui
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sábado, octubre 27, 2012
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